De la Memra al Logos.
O cómo el Verbo de Dios
se hizo carne humana
ELISEO FERRER. Una mirada antropológica al mito tardoplatónico
ABSTRACT / Creo no hace falta anticipar la moraleja y destripar el misterio oculto que desvela una lectura hermenéutica del mito de la encarnación del hijo de dios como Logos: «Porque, en realidad — como aseguraba Joseph Campbell — Dios no se hacía hombre [ni divinizaba y adoptaba a un ser humano]; sino que el hombre, el propio mundo, se sabía divino; de cuya experiencia [antropológica] se derivaba un campo de inagotable profundidad espiritual». Luego, cada cultura vestía y coloreaba el mito con el discurso narrativo que consideraba más oportuno, usando siempre los elementos propios de una tradición determinada. Por supuesto, el pagano Celso fue uno de los primeros en escandalizarse ante literalidad con que algunos cristianos de su tiempo, al igual que los cristianos de ahora, leían y leen el mito de la encarnación del hijo de dios: un fragmento de divinidad, en realidad, contenido en el «si-mismo» de los hombres, según Jung.
Tanto el Verbo-Logos de Juan como el Logos de Filón terminaban «encarnándose» (materializándose) y difundiéndose entre los más bajos niveles de iniciación a través de diferentes símbolos y discursos narrativos que utilizaban mitos y figuras del Antiguo Testamento. En este sentido, ambas nociones (la de Filón y la de Juan) se sirvieron de mitos escriturarios para representar y explicar sus particulares concepciones de la encarnación platónica del Logos y del carácter divino de los hombres: Moisés y el Josué-Jesús reinterpretado en los evangelios sinópticos y elevado por Juan a la categoría de mediador.