Mito, ritual y significado del «Sacrificio del Rey Sagrado»
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JAMES G. FRAZER, ALFRED LOISY, GEO WIDENGREN y ELISEO FERRER: Los orígenes remotos del mito cristiano y de la resurrección de Jesucristo
La muerte sacrificial y violenta del rey, como parte de un ritual periódico que perseguía una influencia propiciatoria de las fuerzas y energías invisibles sobre la renovación del cosmos y la expiación de las impurezas y las culpas, fue uno de los acontecimientos «religiosos» más característicos de las culturas primitivas y de la protohistoria del mundo. Este ancestral y complejo fenómeno fue tipificado por James G. Frazer en La rama dorada. Magia y religión (1890–1922), como el «Sacrificio del Rey Sagrado»; y aludía al dramático destino de un monarca joven que, primero bajo la tutela y dominio de la reina heredera, luego como rey soberano y, finalmente, como sustituto del rey, debía ensangrentar la tierra y morir al cabo de un año, al cabo de ocho, de doce años o del periodo cíclico prescrito por el ritual. Se trataba de insuflar las energías y el poder de su juventud a un cosmos en decadencia y en riesgo de desaparecer, lo mismo que a la propia institución de la realeza, para, de esta forma, sobrevivir otro nuevo ciclo y reeditar, una vez más, las funciones preestablecidas en el mito cosmogónico. Porque la muerte del rey, según el mito, implicaba también su resurrección (una «nueva creación» en el lenguaje de Mircea Eliade) que era solidaria y se manifestaba en las fases de la luna, en el renacimiento de la naturaleza vegetal y en la prosperidad de los campos cultivados y las cosechas con las primeras lluvias caídas tras el invierno y la llegada de la primavera.
El Rey Sagrado y el mito cristiano
Según Eliseo Ferrer (Sacrificio y drama del Rey Sagrado), que ha desarrollado las tesis de Frazer en torno al Sacrificio del Rey Sagrado y sus implicaciones en el mito cristiano (a través de la formulación de una sucesión diacrónica que abarca los cultos de la vegetación, los cultos mistéricos, la mitología indoirania del salvador, el mito gnóstico y el mito del cristianismo de la Iglesia), «el ritual del sacrificio Neolítico regeneraba periódicamente las fuerzas cósmicas a través de una nueva creación y hacía posible la resurrección de las cosechas y la proliferación de los ganados. De igual manera que la semilla y la planta del cereal, el Rey Sagrado debía morir también para luego resucitar: exactamente igual que la simiente del grano moría bajo la tierra en invierno para resucitar en primavera bajo el aliento del agua y de la luz del sol. Se trataba de dos fenómenos solidarios que aparecían inextricablemente unidos, en permanente simbiosis funcional; pues si el destino del cereal inspiraba el destino cíclico de la muerte y la resurrección del Rey Sagrado, la muerte de éste en sacrificio ritual alentaba y hacía posible la germinación del cereal y de todo el cosmos en general».
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